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Metaverso Web3

Metaverso y Web3: el futuro de internet

El pasado 22 de junio tuve el placer de participar en un webinar del IEBS con el tema «Las oportunidades de negocio que ofrece el metaverso». Desde aquí mi agradecimiento por la invitación, y al personal de la escuela que lo hizo posible, en especial por su ayuda para resolver los problemas técnicos que sufrimos durante los primeros minutos. Dejo a continuación el vídeo con la conferencia completa, y el texto del artículo que lo acompaña.


El metaverso será la próxima fase en la evolución de internet, la unión de un gran número de mundos virtuales, públicos y privados, espacios digitales síncronos de alta concurrencia en los que las personas podremos relacionarnos, aprender, hacer negocios y vivir todo tipo de experiencias compartidas. Significará la evolución de la actual internet hacia un mundo digital mucho más inmersivo de grandes oportunidades para personas, empresas e instituciones. El volumen de negocio estimado por Citi para el año 2030 se cifra entre los 8 y los 13 billones (sí, billones) de dólares, y el camino hacia ese futuro imaginado por Neal Stephenson en 1992, en su novela Snow Crash, no comenzó en 2021 con el anuncio de una nueva orientación para Facebook, ahora conocida como Meta Platforms, sino mucho antes, posiblemente con los primeros MUDs (Multi-User Dungeons) de los años 70 del siglo XX.

Metaverso y Web3 se relacionan estrechamente entre sí, pero no deben ser confundidos. El metaverso recoge la idea de una internet más humana y experiencial, en la que las personas se relacionan con el entorno y los servicios digitales, y también con otras personas, mediante avatares, representaciones únicas de sí mismas que les permiten vivir experiencias desde dentro del sistema, y no desde la perspectiva de una pantalla como actualmente: eso no significa que en el futuro las personas no accedan a su información empleando un PC o un móvil si así lo desean (la idea de metaverso es independiente del hardware), pero desde luego la máxima riqueza del contenido se apreciaría empleando dispositivos de realidad extendida (realidad aumentada, virtual y mixta). Por su parte, la Web3 quiere ser un nuevo paradigma que plantee soluciones a algunas de las carencias que hemos visto en la internet de la Web2, derivadas fundamentalmente de la existencia de unas pocas y gigantes compañías como Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft (conocidas como las GAFAM), por citar solo algunas, que han controlado el mundo de los servicios digitales desde el principio de los años 2000: la Web3, gracias a la blockchain, posiblemente la más revolucionaria que veremos al menos en la primera mitad del siglo XXI en el campo de las tecnologías de la información junto con la inteligencia artificial y la computación cuántica, los contenidos digitales pueden ser explotados por sus autores, sus auténticos dueños: dinero, sí, a través de las criptomonedas, pero más importante aún su propia identidad (véanse iniciativas de identidad soberana como Alastria) y los contenidos creados por las personas (mediante tokens no fungibles o NFTs por su acrónimo inglés), como primeras aplicaciones de la cadena de bloques junto a organizaciones autónomas y aplicaciones descentralizadas.

Precisamente la relación más profunda que podemos encontrar entre Web3 y metaverso es la posibilidad de que avatares, los contenidos de su “inventario”, nuestra reputación en las relaciones con otras personas, dinero o posesiones como “tierras” o espacios digitales, puedan ser “escritos” en la blockchain y por tanto defendidos frente a todos los demás, tanto individuos como empresas e instituciones de todo tipo. Pero al mismo tiempo este nuevo paradigma permitirá el desarrollo de nuevos modelos de negocio, nuevos productos y servicios, nuevas formas de relacionarnos con la sociedad, y desde luego profundizar en el reconocimiento de una nueva realidad que es mezcla indisoluble de lo físico y lo digital, lo “figital” (phygital en inglés).

Pensemos, por ejemplo, en las necesidades de movimiento de una persona, el viejísimo problema de ir del punto A al punto B. La industria automovilística del siglo XX se centró en vendernos un coche particular que nosotros mismos tenemos que conducir, con dos grandes problemas: los accidentes de circulación, y la saturación de las ciudades por coches aparcados por todas partes la mayor parte del tiempo. La solución: la conducción autónoma por robo-taxis. La necesidad: una inteligencia artificial entrenada para realizar las tareas de conducción. La forma de entrenarlas: desarrollar “gemelos digitales” (digital twins) de ciudades y vehículos donde poder conducir sin riesgo para ninguna persona viva durante miles de horas y millones de kilómetros a coste marginal cero, y una vez entrenada trasladar la IA a un robo-taxi en el mundo físico. Para la IA ambos mundos, el físico y el digital serán “reales”, indistinguibles, pero para nosotros la IA y sus servicios de conducción también serán reales. Muy reales, y el binomio IA-vehículo, software y hardware, también será indistinguible, “figital”.

Industrias como el turismo, la educación, el desarrollo de software, el entretenimiento, la seguridad, y muchos otros sectores verán profundas transformaciones en sus modelos de negocio, y también la llegada de nuevos competidores que plantarán cara a las empresas incumbentes, apropiándose de parte de su volumen de negocio, e incluso desplazando a algunas al olvido, en especial a aquellas que no sepan ver a tiempo el potencial transformador de tecnologías como la inteligencia artificial, la blockchain y la realidad extendida combinadas en nuevos servicios en ese futuro metaverso. ¿Será Netflix en 2030 la empresa líder en el mundo en la producción de contenidos inmersivos protagonizados por sus clientes como imaginó Neal Stephenson en su novela La era del diamante de 1995, llamados ractivos? ¿O habrá sido desplazada por una Oasis, igual que Netflix desplazó a Blockbuster en 2010?

No hay empresa en la actualidad que no se enfrente a una encrucijada como la que se vivió a finales del siglo pasado: pensar que las cosas seguirán siendo igual que hoy, y que la internet que conocemos ha alcanzado su máximo potencial, donde es posible buscar cómodamente mejoras incrementales en el retorno de sus inversiones, en un paradigma estático que permite defender cómodamente las cuotas de mercado gracias a mejoras graduales en las funcionalidades del producto o la calidad del servicio, en la atención al cliente, o en la eficiencia de los procesos de su producción. O, por el contrario, aceptar la inminencia, asumir de hecho que estamos ya inmersos en un proceso de evolución hacia uno nuevo, en el que la confluencia de los mundos físico y digital demandará nuevas especializaciones, nuevos modelos, nuevas aproximaciones, en un entorno competitivo cada vez más disruptivo e imprevisible.

La opción es solo tuya. ¿Cápsula azul o roja? Bienvenido a la siguiente fase de evolución de internet. Y no será la última.

👀Pssst... 

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